Despunta el sol, por mera rutina
y a su paso van abriéndose las cortinas,
de esas casas que se ven desde la mía.
Yo miro crecer el pánico en las aceras
en los lánguidos amaneceres
en los que sin verbo ni orden
reivindico melancolía.
Alabo los llantos a mediodía,
ensalzo cuando el café sale más amargo, y brindo.
Elogio los cuchillos penetrando en las cebollas,
lagrimas sin reptil, pedagogas;
antecesoras de la inspiración inane.
Nada soy con esta felicidad eunuca
en este no pasar absurdo
nada en la cima de las astas,
medias banderas.
Reivindico melancolía,
soledad, alejamiento, ira, amor y desdén.
Para no estar muertos.
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