A modo de roca me encuentro inmóvil ante la playa, el mundo
sin embargo gira y gira sin tregua, ajeno a mi estado de pasajera estatua…
Observo las olas que no rompen, incluso aquellas que no son
lo suficientemente grandes como para llamarse olas, vil y excluyente lenguaje;
esas son mis preferidas, las minúsculas, las cobardes.
Van codeándose con gigantes de espumosas efervescencias que
hallarán la orilla con avara inminencia mientras ellas, impotentes
languidecerán en su diminuta cresta…
No saben sin embargo que yo las observo, y entiendo su miedo,
su miedo a la orilla, su miedo a la muerte.
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