Desde
este balcón que apenas hoy me sostiene sólo veo ruinas. Escombros de un
edificio que antaño me cubría de sombras.
Dudo de
todas las certezas que me colmaban el pecho y siento que es el momento de creer
en nada, de clavar la pértiga y tomar impulso. Como si se tratase de dar un
salto, como si genuinamente renovados nos diese por correr hasta agotarnos.
Sin
embargo ni siquiera muevo los párpados, estoy quieta como un miembro más de
este embarcadero de cuerpos, esta marea de voces que anudan jilgueros. Este
océano.
Puede
tal vez que te esté recordando, que las ruinas sean tus huesos y esa luz que
ahora deja entrar el día en mi balcón me llene los ojos de aire, para verte
sólo el cuerpo, para superar tu vientre de alquitrán, polvo y escarcha.
Rejuvenecer
un poco más y morir de vieja, en el límite de este acantilado, desde este
balcón.
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