Son las
11 en la catedral,
son tus
noches preñadas de alquitrán,
o el
ron si limón
que embalsama las gargantas.
Y fumas
y apagas
volcanes
sin lava.
Yo sonrojada de amapolas
llego impuntual,
con la muñeca llena de arena,
sin horas.
El saludo enlentece
las sístoles, se
funden los vasos,
y tus hielos y mis hielos
van quemando el olor
a primavera rota, que venía silbando.
Arden los rastrojos de otros inviernos
y amanece de madrugada,
y esta
luna que guardas para mí,
entre los dedos.
Descongela las miradas
que lloran sin tempo,
de risa y de miedo,
sonriendo.
Y si bailas acabará
la ropa en la popa
de tus ganas.
Y si bailo caerá
el alud que todavía guardas.
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