sábado, 31 de marzo de 2012

Mide.

Se le deslizaban, sin quererlo, las verdades que intentaba evitar desde la entrada principal de aquel aislamiento disimulado. Precipitaban sincrónicas, jugueteando por una arista inestable que secaba incansable con versos sueltos.
Hería con furia cada pálpito que no le indicara la dirección que creía correcta. No le preocupaba sangrar, sino enfrentarse a su imagen distorsionada por la humedad, por eso siempre que abría el grifo fingía dejar la puerta abierta.
Zigzagueaba con los consejos, como obviedades que no se conocen y tratan de no tropezar en la calle, evitando disculpas posteriores o presentaciones innecesarias.
Silenciar la apetencia. Prescribían sus latidos.


G.R

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