martes, 31 de julio de 2012

Cuentas pendientes.

Olía a alcohol amargo en aquella repisa desde la que podía contemplarse toda la ciudad. Fantaseaba con las formas inquietas de las diminutas luces de las ventanas que se advertían lejanas y, a veces, se preguntaba si alguien idealizaría aquel quinqué, el cual asomaba tímido y exhausto por intentar vencer la opacidad que envolvía sus movimientos. Se trataba, sin embargo, de una melancolía de “corta y pega”, de las que usan papel envejecido como posavasos sin esperar encontrar algo fresco entre las líneas desgastadas. Utilizar su vida como trabazón de banalidades no le estaba saliendo rentable, o de eso le hablaban las facturas que había perdido deshaciendo la maleta, como tantas otras veces. Modestia aparte, pues nunca la tuvo.                                             

G.R.








viernes, 20 de julio de 2012

Sólo un beso

Se relamen las bocas deslenguadas
en la impotencia potencial que les brinda la locura.
Gimen de miedo nuestros brazos
progenitores de versos huidizos
volátiles
mestizos…

Y es que a la orilla de tus labios
no hay consuelo
ni devenir
ni tiempo,
tengo tras de mi el futuro
y por recorrer apenas dos pasos
tres peldaños despeñados
como el palíndromo
estéril de tu marcha .
Ahora los planes
yacen en un agua opaca, en deuda con la luz.
Y ya no soy ese acorde impar
de tus seis cuerdas,
y ya no suenan a azahar tus letras.

O quizá, sólo un beso.

Sin más ajuar que un par de metáforas
masculladas y moribundas
busco la cúspide en el subsuelo
y cavo hondonadas en el cielo,
invocando al Dios de los ateos.
Voy muriendo, des-naciendo
a manos del impávido segundero,
siempre rítmico.
Muera el tiempo, sin tiempo
sin ti.

O quizá,  sólo un beso.

Vuelvo a tu orilla,
a tus comisuras
a tus mejillas ásperas
mas tan suaves
que adormecen,
me salvan de esta eternidad
de fieras y espadas
siamesa de atardeceres
fértiles, desolados y reos.


O quizá, sólo un beso…


Asistimos al sepelio de verdades absolutas,
que no verán la luz,
fusiladas por macrocefálicos peces
que engordan nuestro abismo,
y en sus redes: no vamos a caer.

O quizá sólo un beso,
quizá sólo un beso sea reprochable.

miércoles, 18 de julio de 2012

Coco


Salí de casa sin pensamiento alguno de trepar a aquel árbol, sin embargo fue tal el impulso que sentí por arrancar ese coco que tuve que encaramarme y comenzar mi ascenso.
Llevada por el felino impulso, usé todas mis fuerzas para escalar aquel tronco inane que me llenaba los brazos, subí, despacio, administrándome el aliento como si no fuese mi debut en aquel arte.
Así contra todo pronóstico alcancé mi meta y logré tocar casi con todos mis dedos la áspera esfera marrón que me había llevado hasta allí.
¡Ya lo tengo!, grité casi involuntariamente, lo arranqué y lo dejé caer con sumo cuidado al suelo para disponer de mis dos manos durante el descenso.
Pero al colisionar contra la superficie se rompió en mil pedazos y su jugo empapó la tierra, la misma que unos minutos me había servido de soporte para impulsarme hacia la primera rama.
Hoy no comeremos coco, hoy ya no te quiero.



martes, 10 de julio de 2012

Esperar al cartero



Me encantaría saber esperar al cartero, aguardar día tras día revisando el buzón, en busca de tus palabras escritas a mano con letras temblorosas, escupidas una a una por la vieja pluma que heredaste de tus hermanos. Fantaseo con la idea de llamarte desde algún teléfono de un bar de la estación porque perdí el autobús y que tu compañero de piso me diga que ya saliste y que todo de repente sea un desastre y que nuestro encuentro y nuestro abrazo penda del hilo azaroso del destino. No hace tanto, nuestros padres lo hacían, esperar las palabras era un hecho cotidiano, recordar una voz hasta volver a tener delante a su emisor, escribir sin saber siquiera cuando serás leído (puede que no lo seas nunca). ¿No es eso maravilloso?... Sin embargo tus palabras y las mías cohabitan ahora hacinadas con otras muchas en Facebook, Twitter, Tuenti etc. allí, a golpe de teclado naufragan junto a nuestros rostros que olvidaron hace tiempo los significados, regalando significantes en tiempo real, a destiempo. Interactuando con todo aquel que con otras manos, quizás desconocidas, teclee palabras con letra firme (Times New Roman 12) acerca de cualquier cosa, pues ya no esperamos conversaciones únicas. Me encantaría saber esperar al cartero, ansiar un sobre o tu voz entrecortada, pero ya no espero a nadie, basta con marcar los 9 dígitos de su número de teléfono, escribir a tientas, sin alma, un mensaje o; 3G mediante, mandar un whatsapp acompañado de algún emoticono explicativo para saber al instante qué, dónde, hasta cuándo y con quién está. Aborrezco estas teclas.


domingo, 1 de julio de 2012

Sueño (I)

Hacía tiempo que no recordaba un sueño nitidamente, pero esta mañana el peso de la trama de la que había sido protagonista durante las 9h de descanso de hoy era demasiado y me veo obligada a intentar transcribirlo:


Pues bien, yo estaba con mi amiga Elena tomándome un algo en una terraza que hasta el momento era un bar normal pero de repente aparece el exnovio de mi compañera de piso (Reme) y entra a comprar detergente, suavizante y mousse de chocolate (sí,sí en el bar). Al percatarse de nuestra presencia nos dedica una mirada asesina que hace que nos asustemos un poco (por alguna extraña razón sospechamos que haya podido hacer alguna locura, aunque la compra que lleva entre las manos es más propia de una ama de casa que de un criminal). Tras esta primera toma de contacto me levanto y le pregunto qué hace allí, él me responde (con palabras mal sonantes) que no es de mi incumbencia y se larga.
Asustada llamo a Reme y antes de que pueda hablar con ella vuelve el susodicho y me rompe el teléfono (para no faltar a la verdad he de decir que en el sueño mastica y escupe la tarjeta de mi móvil)...
Después de esto (no lo recuerdo con claridad) comienza una persecución por las calles de las tascas de Murcia, corro y corro hasta que me encuentro con... ¡atención!...Juan Echanove, El Gran Wyoming y otro señor al que no reconozco. Como si de un amigo se tratase le cuento lo sucedido a Juan, agarrándolo del brazo y le pido que me ayude... Así queda la cosa porque como si estuviera a las ordenes del mismísimo Tarantino aparezco llamando a la puerta de la casa de mi abuela (en Abanilla), que no es de mi abuela porque la que vive ahora allí es Reme. (¡toma ya!) Me abre y... Me despierto.