miércoles, 18 de julio de 2012

Coco


Salí de casa sin pensamiento alguno de trepar a aquel árbol, sin embargo fue tal el impulso que sentí por arrancar ese coco que tuve que encaramarme y comenzar mi ascenso.
Llevada por el felino impulso, usé todas mis fuerzas para escalar aquel tronco inane que me llenaba los brazos, subí, despacio, administrándome el aliento como si no fuese mi debut en aquel arte.
Así contra todo pronóstico alcancé mi meta y logré tocar casi con todos mis dedos la áspera esfera marrón que me había llevado hasta allí.
¡Ya lo tengo!, grité casi involuntariamente, lo arranqué y lo dejé caer con sumo cuidado al suelo para disponer de mis dos manos durante el descenso.
Pero al colisionar contra la superficie se rompió en mil pedazos y su jugo empapó la tierra, la misma que unos minutos me había servido de soporte para impulsarme hacia la primera rama.
Hoy no comeremos coco, hoy ya no te quiero.



No hay comentarios:

Publicar un comentario