Me encantaría saber esperar al cartero, aguardar día tras día revisando el buzón, en busca de tus palabras escritas a mano con letras temblorosas, escupidas una a una por la vieja pluma que heredaste de tus hermanos. Fantaseo con la idea de llamarte desde algún teléfono de un bar de la estación porque perdí el autobús y que tu compañero de piso me diga que ya saliste y que todo de repente sea un desastre y que nuestro encuentro y nuestro abrazo penda del hilo azaroso del destino. No hace tanto, nuestros padres lo hacían, esperar las palabras era un hecho cotidiano, recordar una voz hasta volver a tener delante a su emisor, escribir sin saber siquiera cuando serás leído (puede que no lo seas nunca). ¿No es eso maravilloso?... Sin embargo tus palabras y las mías cohabitan ahora hacinadas con otras muchas en Facebook, Twitter, Tuenti etc. allí, a golpe de teclado naufragan junto a nuestros rostros que olvidaron hace tiempo los significados, regalando significantes en tiempo real, a destiempo. Interactuando con todo aquel que con otras manos, quizás desconocidas, teclee palabras con letra firme (Times New Roman 12) acerca de cualquier cosa, pues ya no esperamos conversaciones únicas. Me encantaría saber esperar al cartero, ansiar un sobre o tu voz entrecortada, pero ya no espero a nadie, basta con marcar los 9 dígitos de su número de teléfono, escribir a tientas, sin alma, un mensaje o; 3G mediante, mandar un whatsapp acompañado de algún emoticono explicativo para saber al instante qué, dónde, hasta cuándo y con quién está. Aborrezco estas teclas.
martes, 10 de julio de 2012
Esperar al cartero
Me encantaría saber esperar al cartero, aguardar día tras día revisando el buzón, en busca de tus palabras escritas a mano con letras temblorosas, escupidas una a una por la vieja pluma que heredaste de tus hermanos. Fantaseo con la idea de llamarte desde algún teléfono de un bar de la estación porque perdí el autobús y que tu compañero de piso me diga que ya saliste y que todo de repente sea un desastre y que nuestro encuentro y nuestro abrazo penda del hilo azaroso del destino. No hace tanto, nuestros padres lo hacían, esperar las palabras era un hecho cotidiano, recordar una voz hasta volver a tener delante a su emisor, escribir sin saber siquiera cuando serás leído (puede que no lo seas nunca). ¿No es eso maravilloso?... Sin embargo tus palabras y las mías cohabitan ahora hacinadas con otras muchas en Facebook, Twitter, Tuenti etc. allí, a golpe de teclado naufragan junto a nuestros rostros que olvidaron hace tiempo los significados, regalando significantes en tiempo real, a destiempo. Interactuando con todo aquel que con otras manos, quizás desconocidas, teclee palabras con letra firme (Times New Roman 12) acerca de cualquier cosa, pues ya no esperamos conversaciones únicas. Me encantaría saber esperar al cartero, ansiar un sobre o tu voz entrecortada, pero ya no espero a nadie, basta con marcar los 9 dígitos de su número de teléfono, escribir a tientas, sin alma, un mensaje o; 3G mediante, mandar un whatsapp acompañado de algún emoticono explicativo para saber al instante qué, dónde, hasta cuándo y con quién está. Aborrezco estas teclas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario