martes, 10 de abril de 2012

(NO) Nos dieron las 10

Fue una noche tildada de festividad, de esas en las que enloquece la cordura dónde los árboles sin frutos maduran, infinitamente bellos. Tirita el alma dentro de un cuerpo que suda canciones y los dedos abrazan los vasos seduciendo su exquisito vidrio, devorándolos.
Buscamos fundirnos con la música y esos ojos, y el otro lado del colchón, el otro, hoy dormirá sólo. Hoy seremos dos, sin soles posibles, esta noche.
Tirita el alma cuando oscurece la luz y amanecen los besos que serán los hielos de este brebaje que nos recorre el gaznate.
Derretidas arden ya las promesas en esta intimidad compartida, sin premeditación, ni amor, ni alevosía.
Y después, siempre, los puntos suspensivos, los quizás, los quién sabe, jueces y parte de este allanamiento sin morada.
Nos deja la noche un sabor agridulce, entre sábanas y persianas un tacto escarlata nos colma de mieles y de nuevo sudamos canciones, esta vez acompañados, irremediablemente solos.
Se marchitan los bares, se derriten los hielos, pero este aroma, de nuevo este perfume de sueños, siempre nuevos, nos arrastra.
La piel, la boca, el torso, los ojos, los párpados, las manos, el cuello, los brazos… Más allá no encontramos nada, ni poemas, ni guitarras, ni mañanas.
Esto termina, esto acabó, como la mejor de las copas, como aquella canción en la que nos daban la 1, y las 2… En un pueblo con mar, una noche después de un desconcierto.

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