Late a destiempo
la arena que me colma
de horas la muñeca.
El corazón dolorido,
carnalmente intacto
reclama mi atención pinchando;
y miles de insectos de barro
la espina dorsal,
las manos…
Late a destiempo si te pienso
si me pienso,
si “nos mato”.
Y mueren de inanición
nuestros labios
por separado,
como cómplices
absurdos de lo estéril.
Laten silábicos los tiempos
y se desacompasan
las agujas afiladas
las llamadas a las 3 de la
mañana,
los desperfectos,
las retiradas…
Laten con las manos
los recuerdos viejos,
verdes, maduros
o anaranjados.
Y vuelve el pecho a llenarse
de diminutos pedazos
de relojes como pellizcos
que la pleura esconde.
Y lato, lato armónicamente
como el soplo que sin aire
se arremolina en mis vasos
con gin-tonic, sin sangre.
Lato, poco a poco
esperando el desarme
inerme aplaco los calambres
con sonrisas que empañen
tus acuarios.
Y si al dormirme
quieres comprobarlo
y te acercas de puntillas,
respirando, oirás
como lato.


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