Llueve,
llueve sin mucha fuerza pero desde la ventana veo pasar gabardinas grises
empapadas y paraguas protectores que gotean lágrimas recién plantadas.
Yo
desde aquí no consigo mojarme, por más que los miro el agua no me toca, quizá
debería quitarme el jersey y salir a danzar con ellos, puede que solo así
consiga secar estas ganas de lluvia.
Además
necesito un reloj, podría ir y comprarme uno, atarlo a mi muñeca y sentir que
me mojo en el tiempo, que llora minutos esta gran nube negra que camufla hoy
todos los soles.
Qué
curioso es eso de llevar reloj.
Sigue
lloviendo, y yo no soy capaz de soltar el lápiz y dar un paso. Pisar el charco
y dejar de ser una estatua. Ya no quedan movimientos que imitar, es hora de
reinventar los gestos.
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